COMISARIO
BRUNETTI
En
mi adolescencia tuve un amigo llamado Alberto.
Durante tres años, más o menos, nos citábamos a menudo para contarnos
las respectivas andanzas y hacer proyectos de trabajo.Era
aquella una etapa en la que deseabamos cambiar...el mundo.
Alberto
pasó por mi vida para enseñarme algo,o tal vez para que yo se lo
enseñase a él, o fue un intercambio de enseñanzas,no sé...
Escribía
teatro y no lo hacía mal ; tuve ocasión de interpretar tres de sus
obras en un grupo que organizamos unos cuantos alumnos de la Escuela
de Arte Dramático. Conseguimos, no sé cómo, un bolo de cuatro días
a Lorca (Murcia), y ésta fué mi incursión teatral en provincias. La
primera de tantas como me esperaban, y deseo me sigan esperando a
pesar de...
Componíamos
el elenco de “locos” Eusebio Poncela, José Enrique Camacho
(muerto prematuramente), dos alumnos que no siguieron en este duro
oficio, y un tercer alumno,bastante más mayor,que era también
malabarista y con el que me llevé mal.
Ensayábamos
en la casa del director, en un tórrido verano madrileño. Recuerdo que salía
de mi domicilio,en la otra punta de Madrid, a las tres y media de la
tarde, para coger un autobús que me dejaba en la calle San Bernardo.
Desde allí aun me quedaba casi media hora para llegar al lugar de la
cita. Al bajar las escaleras hacia la Cuesta de San Vicente, me
llegaba el olor a sardinas de un cuartel que estaba en el lugar que
hoy ocupa la ampliación del Senado. Deshidratada,aparecía al fin en casa
del director, bebía agua y empezábamos el trabajo hasta las ocho, hora en que, cansada y plena del espíritu de Stanislawsky, regresaba a
casa de mis padres hasta la siguiente jornada.
En
aquellos ensayos y en el posterior viaje,se afianzó aun más mi
entrañable amistad con el escritor principiante del que,pasados los
años,nunca volví a saber.
En
un de nuestros encuentros fuera del trabajo, volvía él de una
breve estancia en Venecia y emocionado,me habló del romanticismo que
embriagaba su paisaje, su luz... cada una de sus piedras...”Tanto,que
no pensaba repetirlo sino era acompañado por una mujer”, me dijo.
Su
entusiasmo me contagió el deseo de viajar a la ciudad italiana con
un amor.., ese que tan bien se perfila en los adolescentes sueños
y que,lamentablemente, difumina los años hasta hacerlo
desaparecer...
Ignoro
si mi ausente amigo Alberto encontró una mujer que llevarse a
Venecia... Por mi parte, confieso con tristeza que no he tenido la
suerte de encontrar a ningún apuesto galán que me haya querido
pasear en góndola, de modo que, a estas alturas,lo más cerca que
voy a estar de la ciudad de los canales...es cuando veo los domingos
en la 2 “Comisaro Brunetti...”
La
serie que en sus primeros capítulos tuvo como protagonista a Joachim
Król siendo sustituido inesperadamente por Uwe Kosisch. Éste
segundo actor, de nombre impronunciable e irrecordable, al menos para
mí, me encanta. No es muy alto, no, pero a mí me vale: su barba de tres días,su
andar algo desgarbado,su pelo moreno ni largo ni corto, y esas bolsas
bajo los ojos de “me lo bebo todo”,unido a una voz de fumador que
no consigue dejarlo, no sé...le dan morbillo,sí.
El
comisario Guido Brunetti se las tiene que ver con un superior,inútil
donde los haya( ¿os suena?), que pone toda clase de trabas a las
investigaciones del protagonista.
Como
digo, la acción transcurre en Venecia,con sus maravillosos
atardeceres, sus edificios de ensueño,sus noches de luna y, cómo no,
sus inundaciones.
Acompaña
a todo esto un bellísimo tema musical del prestigioso violinista
André Rieu, sumando un atractivo más a esta serie que Donna Leon,
escritora estadounidense,creo en la década de los noventa.
Hoy
toca.
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