RECUERDOS

No sé si os pasa lo mismo, pero a mí la ducha matinal me resulta a menudo fuente de inspiración, o bien receptora de recuerdos. Esta mañana le tocó a esto último, y en esos breves minutos, las evocaciones han acudido a mi mente, por aquí y por allá,como las palomas del parque acuden en derredor de la viejecita de las migas de pan.
Quisiera en estas líneas rendir mi particular homenaje a quienes me enseñaron este bello oficio merced al cual,aun no he muerto de hambre; a esos compañeros con quienes empecé mi andadura televisiva porque, tal vez, esa etapa fue una de las más satisfactorias de mi vida y con ellos la compartí. Estupendos actores, personas ingeniosas que me hicieron reír y cuya dulce huella pervive en mi memoria después de tantos años.

JOSÉ BÓDALO



Pepe Bódalo, incuestionable maestro que, en el teatro, propiciaba las lágrimas de un público entregado, mientras escuchaba el partido de fútbol por un pinganillo de la época, o se acercaba a un lateral para encargar, al advertido regidor, el menú de la cena de esa noche. Tal era su enorme capacidad de transmitir la fingida emoción, mandando al cuerno a Stanislavski y familia...

”Niña”-me decía, mirando mis diecisiete años-”No olvides que yo siempre creí en ti”.
Y era verdad. Había formado parte, meses atrás, del tribunal que me concedió el premio de interpretación al finalizar mis estudios de Arte Dramático en la hoy llamada RESAD. El primero de la cortísima lista de premios recibidos en mi dilatada carrera. ¡Qué se le va a hacer!

PABLO SANZ

Fui hija, novia, hermana...y algún parentesco más que no recuerdo. Pablo Sanz, fallido lincenciado en derecho,y cuya portentosa memoria lograba fijar en un solo día todo un texto protagonista, ya fuera en prosa o en verso, me confesó en una ocasión su disfrute a la hora de estudiar. Lo que, al menos para mí, es la peor parte del trabajo, para él resultaba un constante desafío del que salía siempre victorioso tras pasar la noche en su despacho entre folios y, eso sí, con un gran termo de café que le preparaba su sonriente y encantadora mujer, Asunción Vallamil, compañera también muy querida.
Solíamos comer por los alrededores del Prado del Rey, huyendo del menú de “la casa”, que no solamente era poco apetitoso sino que además, impregnaba nuestros ropajes de un olor a fritanga persistente y desagradable.
Nos apretujábamos en los coches disponibles como podíamos, pues la vestimenta, casi siempre del “siglo de oro”, abultaba el doble, con lo que incomodaba sobre todo al conductor.
¿ Habéis cambiado alguna vez las marchas del coche vestidos de reina? ¡Pues no os lo aconsejo!
 Sin embargo, debo añadir que nunca pasó nada,primero porque no había tanto coche y porque tampoco las normas eran tan estrictas.
El sitio más frecuentado era un picadero próximo (picadero para montar a caballo. ¡Chistosos abstenerse!) en donde nos atendían a toda prisa,pues disponíamos de tan sólo una hora para volver al estudio.
Pablo, que no solía comer a mediodía, nos acompañaba no obstante y nos aconsejaba el vino a pedir, dando una docta charla acerca de la añada y no sé cuantos datos más. Experto enólogo, presumía de tener una magnifica bodega.

Durante la grabación de la novela ”La vergonzosa ternura”, yo sufrí un grave accidente al caer por una escalera en plena acción, rompiéndome el hueso astrágalo. Pablo me recogió del suelo y me trasladó al botiquín de Prado del Rey. Del tobillo, abierto con un profundo tajo, manaban abundantes goterones de sangre que dejaron el suelo del plató de lo más “gore”.El dolor era tan intenso que sacudí varias veces la cabeza por miedo a desmayarme. La recua del personal corría con Pablo por los pasillos hasta una pequeña sala en la entrada del edificio, en donde el médico, al intentar descalzarme, notó un crujido que le hizo temerse la gravedad de la fractura. Llamaron a una ambulancia y pude indicar el hospital, e incluso el especialista que quería que me atendiese. Cuando la ambulancia se alejaba, el bueno de Pablo se retiró a su camerino y alli...¡se desmayó!
                                            FERNANDO DELGADO

Me llamaba”ojos bonitos”(en aquel tiempo, igual tenía razón)
 Su mirada gris, entre tierna y guasona, y su cálida voz, confirmaba su bien ganada fama de conquistador. Enamoró a media profesión femenina mientras la otra mitad esperaba turno. Nuestra relación se limitó al somnoliento saludo de ocho de la mañana en la sala de maquillaje y muy poco más. Coincidimos en el reparto de varias obras pero no compartimos escenas casi nunca. Es más, recuerdo que, en una novela de mediodía, tuvimos una corta secuencia en la que un comisario de policía (Fernando) me mandaba a la cárcel después de que yo confesara haber matado a mi marido.
Una grave enfermedad pulmonar acabó con su vida en el año 2009.

Sabía tanto del medio que, en cierta ocasión, le propusieron realizar un Estudio1, y no sólo llevó a cabo su cometido en la mitad del tiempo que otros realizadores empleaban, sino que el resultado fue excelente; tanto que jamás volvieron a contar con él como realizador. ¡Este país es así!



                                                 FRANCISCO MORAN


Paco Moran también fue novio,marido, hermano, vecino...Y al igual que Fernando y Pablo, tenía Paco la sana costumbre de supervisar el ensayo de cámara de los otros actores para echarles un cable, bien fuera con la letra si es que se atascaban o, como en mi caso, para trucar la posición de la cabeza y recoger luz en los ojos (empeño para el cual siempre he sido y sigo siendo torpe) Como cuento,se colocaban estos entrañables compañeros junto a la cámara, y mostraban la “chuleta”correspondiente, para que el angustiado actor o actriz, pudiera recurrir a leerla en caso de apuro. Artimaña de la que el realizador-director no se enteraba nunca, puesto que, en aquella época, el control técnico estaba en la planta superior y rara vez teníamos cerca al jefe de turno.
Era tan gracioso este onubense que, en cierta ocasión, haciendo un directo desde el corral de comedias de Almagro, en “el galán fantasma”( de Lope de Vega, por más señas) la dama en pleno desmayo (o sea yo “desmayada”) tuvo que girar la cabeza al lado contrario de la cámara, incapaz de contener el ataque de risa al escuchar los versos del galán (o sea Paco) saliendo despistado por una trampilla de primer termino.


                                          SANCHO GRACIA






Siempre era igual: yo me enamoraba de él, él se enamoraba de otra, yo me entristecía mucho y daba “calabazas “ a Pepe Martín, que era el que se enamoraba de mí...
Llamaste al hospital donde yo convalecía escayolada hasta la rodilla.
”Niña, dijiste,¡soy tu matador!”
En el accidente antes citado yo huía del “malo” de la historia, Sancho Gracia, que pretendía violarme, más o menos, ya no lo recuerdo, y en la huida, mi personaje caía por las escaleras con el consabido truco que, como he relatado,no funcionó y acabé con mi pobre persona en el hospital.
Seguimos encontrándonos a lo largo de los años en estrenos demas jolgorios de "artisteo" y siempre salía a colación el dichoso accidente. Mi hija Laura me transmitía los abrazos que me mandaba a través de ella.
¡Ay, Sanchito...que valor le echaste a la vida y con qué arrojo esperaste la muerte! Toda la profesión te lloró porque, si había un tunante digno de ser querido, ese eras tú. La sonrisa más simpática,la mirada más penetrante.¡Seductor hasta tu último aliento.

Tantos años vividos, tanto trecho andado, tantas experiencias placenteras a veces y a veces terriblemente dolorosas...Vivir es aprender a despedirse, decía el filosofo, y nos hemos despedido de ellos como algo nuestro,como protagonistas de un tiempo en el que se respetaba la cultura y se inculcaba el amor al teatro.
¡Qué pena que ya no sea así!


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